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domingo, 14 de abril de 2013

Ellos le abrieron las puertas de su casa, compartieron su cama, su sillas, su avena, pues no contaban con nada más, seguramente de haber tenido algo más, también se lo abrían dado.
Ella nunca dijo gracias. Ojala hubiera tomado lo que necesitaba, pero no, eso no era suficiente para ella. Nunca pensó en como se sentían ellos, pues no le importaba; Cada mañana metía su dedo en cada plato de avena, Ninguna silla le pareció cómoda, ninguna cama era digna de ella y al final el padre fue su alfombra, la hija solo otro juguete para exhibir y la madre.... ella termino en un circo, su circo.

Nunca sintió remordimiento, y su tono invocaba la ira si alguien apelaba a la verdad y la justicia, nadie nunca le llevo la contraria, no tuvo el valor de reconocer su falla, ni de pedir perdón.

Pero quien podría haber hecho algo, si ella creía tener sangre azul y risitos de oro.